LAS CIUDADES SUTILES. 2
Ahora
diré de la ciudad de Zenobia que tiene esto de admirable: aunque situada en
terreno seco, se levanta sobre altísimos pilotes, y las casas son de bambú y de
zinc, con muchas galerías y balcones, situadas a distinta altura, sobre zancos
que se superponen unos a otros, unidas por escalas de cuerda y veredas
suspendidas, coronadas por miradores cubiertos de techos cónicos, cubas de
depósitos de agua, veletas, de los que sobresalen roldanas, sedales y grúas.
No
se recuerda qué necesidad u orden o deseo impulsó a los fundadores de Zenobia a
dar esta forma a su ciudad, y por eso no se sabe si quedaron satisfechos con la
ciudad tal como hoy la vemos, crecida quizá por superposiciones sucesivas del primero
y por siempre indescifrable diseño. Pero lo cierto es que si a quien vive en Zenobia
se le pide que describa como vería feliz la vida, es siempre una ciudad como Zenobia
la que imagina, con sus pilotes y sus escalas colgantes, una Zenobia quizá totalmente
distinta, flameante de estandartes y de cintas , pero obtenida siempre combinando
elementos de aquel primer modelo.
Dicho
esto, es inútil decidir si ha de clasificarse a Zenobia entre las ciudades felices
o entre las infelices. No tiene sentido dividir las ciudades en estas dos especies,
sino en otras dos: las que a través de los años y las mutaciones siguen dando
su forma a los deseos y aquellas en las que los deseos o bien logran borrar la ciudad
o son borrados por ella.